lunes, 12 de abril de 2010

EL NACIMIENTO DE LA FILISOFÍA

El nacimiento de la filosofía
Todo arte, ciencia, saber o pensamiento tiene en su origen una influencia decisiva del contexto en el que éste se produce. La filosofía, cuyo nacimiento se establece por convención hacia el siglo VI a.C. en Jonia con Tales de Mileto, nació de una gran mezcla de acontecimientos, consecuencias y factores socioculturales propicios, que solo se dieron, y seguramente solo se podían dar, en Grecia.
Por supuesto, Grecia no es la primera gran civilización de la historia. Antes que ella estuvo el gran Egipto, y la prolífera Babilonia, así como otros reinos, quizá más pequeños, pero con un gran desarrollo. Sin embargo, fue con el advenimiento de Grecia cuando se presentaron los ingredientes necesarios para que un saber racional naciera.
En este pequeño trabajo procuraré presentar brevemente los factores que a mi entender fueron más decisivos e influyentes para la filosofía, haciendo leves referencias entre coincidencias existentes entre valores de estos factores y puntos de la filosofía. Es cierto que el resto de factores que no trataré en este trabajo, como la economía o el comercio, también tuvieron influencia en el nacimiento del pensamiento racional. Sin embargo, dado la brevedad del trabajo, he preferido centrarme en los que considero más importantes y decisivos. Antes de empezar, llamar la atención de que cuando uso la expresión “mito” en el último apartado, no me refiero al mito en sí, sino al conjunto de explicaciones basadas y en torno a él; también, cuando uso los términos saber racional, soy consciente de que la palabra razón no empezó a usarse hasta más tarde en el ámbito de la filosofía, si bien me parece que expresa con exacta precisión el saber alcanzando en Grecia.
2 – Contexto histórico-cultural de Grecia:
En la segunda mitad del siglo VIII a. C. la Grecia arcaica era un mosaico de pequeñas comunidades políticas, las polis. Sin embargo, a pesar de la dispersión, los griegos se sentían unidos y diferentes a otros pueblos. Tenían una conciencia difusa de un origen común expresada en mitos y leyendas procedentes de la época micénica pero anteriores a ella. Los poetas eran los que se ocupaban de los mitos. Los grandes poetas de la Grecia arcaica fueron Homero y Hesíodo.
En el siglo VI a. C. en Grecia, concretamente en la ciudad de Jonia, se inicia lo que se conoce como el “milagro griego”: el paso de respuestas imaginativas y arbitrarias a respuestas abstractas que obedecen a una necesidad lógica.
2.1- La historia humana a través del mito
Hesíodo, en su poema Los Trabajos y los días, establece una concepción de la historia de la humanidad a través de ciclos de razas. Éstas razas no se superponen en niveles, simplemente se suceden en el tiempo como parejas de contrarios, aunque representan en cierto modo la decadencia humana. Así, la raza de oro, primera de todas, tendría en sus cualidades como contrapuesta a la raza de plata, al igual que la de bronce se le contrapone la de los héroes, y a la de hierro una raza futura por venir.
La primera pareja, oro y plata, se caracteriza por ser soberanos, por llegar a convertirse en daimones, y, al final, por desaparecer; la segunda pareja, bronce y héroes, se caracteriza por la lucha y la guerra; la tercera pareja, hierro y su siguiente raza, se caracteriza por el crecimiento, el trabajo por los bienes y la muerte.
Los hombres de la raza de oro son reyes, que solo conocen el dominio de la sabiduría. Viven tranquilos ajenos a la guerra y al trabajo, ya que la tierra produce “espontáneamente” para ellos frutos innumerables. Son reyes respetuosos, entregados por completo a la justicia, Dyke. Estos humanos llegaran a ser daimones, convirtiéndose en las divinidades futuras.
En exacta contrapartida, los hombres de la raza de plata, que llegaran a convertirse en los daimones Titanes, representan una soberanía impía, entregada completamente a la inmoderación, Hybris. Por su imprudencia, su orgullo desbocado y su arrogancia, son vencidos y derrocados a desaparecer, al igual que desaparecieron los hombres de la raza de oro.
La raza de bronce se caracteriza por una Hybris de carácter guerrero. Estos hombres solo conocen la guerra, y por ello solo practican la misma. Esta raza no sucumbe de manos de divinidades, sino que muere exterminada en la guerra; no posee derecho a honor alguno, por lo que pueden desaparecer en el anonimato de la muerte. Esta raza de guerreros se identifica con los Gigantes míticos.
Los héroes, reconocidos como Olímpicos, y en contrapartida a los Gigantes, están sometidos al orden superior de la Dyke. Son guerreros cuyo reinado suponía una victoria sobre los Gigantes. Estos héroes luchan a favor de los dioses, gracias a los cuál se ganarán una divinidad y una inmortalidad plena representada en la función guerrera integrada en la soberanía humana.
Los hombres de la raza de hierro conocen de igual modo el bien y el mal; todos los sufrimientos que soportan tienen su origen en la mujer y en Pandora, y sin embargo la mujer también representa esperanza, fecundidad, y por eso Hesiodo la define como “un bello mal, reverso de un bien”. El hombre de hierro vive de acuerdo a leyes físicas y morales justas, con orden. Así, nace siendo un niño, y con el tiempo llegará a ser viejo. Su vida se consagra al trabajo, a la producción de alimento y a la reproducción de la vida.
La futura raza aún sin venir se caracteriza por nacer los hombres viejos, en un tiempo envejecido y totalmente muerto, en el que habrá desaparecido todo vestigio de belleza.
2.2 – Mnemosyne: la memoria en Grecia.
En el Panteón griego existía una divinidad llamada Mnemosyne, Memoria. Esta divinidad presidía la función poética. Los poetas griegos eran considerados adivinos, pues a través de una posesión divina conocían lo que iba a ocurrir en un futuro. Este carácter de adivino le viene proporcionado por Mnemosyne, que sabe todo lo que ha sido, lo que es y lo que será. Sin embargo, los poetas conocían mejor el pasado que el presente y el futuro. Además, el pasado lo conocían de un modo inmediato: gracias a la memoria, se encontraban presentes en él, y cuando recitaban hazañas pasadas relatadas en poemas, lo hacían dentro de la acción, como un personaje que ve directamente lo que relata.
Rememorar el pasado tiene como contrapartida necesaria el olvido del tiempo presente. Sin embargo, el conocimiento del pasado permite descubrir el original, la realidad primordial del cosmos, pues es fuente del presente, y se encuentra integrado en él. El pasado es parte integrante del cosmos: está, vive en él y es la fuente de su ser.
Mitológicamente, Memoria y Olvido tienen un papel crucial en el trascender de nuestra existencia. Cuando alguien moría e internaba en el Hades se encontraba delante de dos fuentes: la de la izquierda era Olvido, muerte, la de la derecha Memoria, inmortalidad. Si bebía del Olvido, se reencarnaba en otro ser, olvidando su anterior existencia, y continuando así el ciclo indefinido de su existencia. Al contrario, quien bebe de la Memoria, y muerto conserva la memoria de las cosas, trasciende la condición mortal, alcanza el fin del tiempo y del ciclo de las generaciones, y llega ser prácticamente un dios.
En la religión órfica, la memoria es un método de purificación de los pecados de vidas anteriores. El alma es más lúcida y más pura cuanta más memoria conserve de sus anteriores vidas en otros seres. En el pitagorismo, los ejercicios de memoria permiten conocer nuestra psyque y su historia, liberándola paulatinamente del cuerpo que la encadena al presente, y así permitiéndola ser cada vez más pura.
En Platón, la memoria ya no es evocación del tiempo, sino evasión del mismo que nos permite alcanzar el conocimiento eterno; es un puente entre nuestra existencia y el resto del universo. La memoria se interioriza en la facultad humana de conocer.
3 – Religión:
La tradición religiosa griega representa una continuidad desde los antiguos valores familiares hasta los cultos privados, pasando por la organización política de la religión en la sociedad. La religión que más siguió y estableció los antiguos conceptos religiosos es la conocida como religión homérica; si bien las religiones de los misterios, entre las que destaca por su fuerza y seguimiento filosófico el Orfismo, también recogieron valores tradicionales y culturales que utilizaron para conformar y estructurar sus creencias, seguramente con el fin de que fueran lo más socialmente asequibles.
Sin duda alguna, entre las religiones que existían en Grecia, la homérica fue la más popular y oficial, dada su relación con los poemas recitados por los rapsodos y la influencia educadora que poseía sobre los griegos, aunque el Orfismo fue el caldo de cultivo del que nacieron filosofías tan importantes e influyentes como el pitagorismo o el pensamiento de Platón.
3.1 – Religión homérica.
Si se puede hablar de una religión tradicional que siguieran la mayoría de los griegos, esa era la religión que Homero y Hesíodo fundaron con sus poemas.
Los poemas de Homero no representaron un libro sagrado para los griegos. Aún así, su descripción sobre los dioses se estableció como imagen a seguir por artistas y poetas. Por ello, las palabras de Heródoto sobre la creación de los dioses por parte de Homero serían ciertas, si bien Homero no inventó los dioses, pues los dioses griegos ya existían en el culto familiar anterior a él. Sin embargo, Homero fue el creador del Estado divino y de la soberanía de Zeus. Zeus mandaba, los demás eran vasallos que pretendían hacer prevalecer sus intereses personales hasta que Zeus les hacía obedecer a base de frases duras y amenazas. Y si aceptamos que Hesíodo es posterior a Homero, entonces a él se le debe otorgar la ordenación de la abundante teogonía homérica y su árbol genealógico, que relata todo desde e
3.1.1 – Sociedad y religión.
Los dioses homéricos eran patrimonio común de los griegos, y recibían culto allí donde se encontraba representado su símbolo en la naturaleza.
En Grecia no existió nunca una clase sacerdotal que dedicara su existencia al culto al dios según el modo cristiano. La conservación de la tradición religiosa y sus costumbres y ritos fue, como no podía ser de otro modo, tarea de poetas y pensadores. Esta carencia de sacerdocio y de libro sagrado con dogmas fue decisiva para la libertad de pensamiento y el nacimiento de la filosofía y de la ciencia.
La práctica de la religión, en un principio ligada al hogar, se ligó a la sociedad en el momento en que la polis y el poder estatal, con su organización social basada en una “gran familia”, sustituyó a la antigua organización patriarcal. La practica religiosa familiar se convirtió en una práctica de ciudadano que acompañaba a los individuos de un modo decisivo en numerosas ocasiones. La polis decidía todas las cuestiones relativas a la religión, sin dejar de pedir consejo a los dioses a través de la consulta del oráculo de Delfos, y con ello mostrando el debido respeto a sus señores divinos, si se trataba, por ejemplo, de cambiar una tradición ritual o introducir otra.
Nunca se perdió la idea de la sumisión de los humanos hacia a los dioses en cuanto a hechos históricos o políticos. En el mundo de Homero nada importante y decisivo ocurre sin intervención divina, y la última causa de toda acción es la voluntad de Zeus. En toda motivación de las acciones humanas intervienen los dioses. Si consideramos toda acción desde el punto de vista humano y desde el punto de vista divino, aparece con claridad la limitación, la miopía y la dependencia de las acciones humanas de la voluntad divina.
3.1.2 – El culto a los dioses
Los lugares de la naturaleza en los que se rendía culto a un dios se consideraban sagrados no porque allí existiera un culto erigido para su veneración, sino porque se consideraba ese lugar como manifestación del poder del dios. Debido a esto, los lugares de culto eran abundantes, hasta el punto de que no podías caminar fuera de la ciudad sin cruzarte al menos con un templo. A esta abundancia de lugares de culto contribuyó también en gran medida el culto a las sepulturas de héroes antiguos y personajes célebres, que protegían las tierras en las que habitaban a cambio de veneración general.
El templo griego no representaba el lugar de reunión de los fieles, sino la morada del dios en tanto que estaba construido sobre un lugar sagrado. En ellos siempre existía al menos un altar de sacrificio, pues el sacrifico animal era el rito central de la religión tradicional (incluso Platón, en Fedón, muestra a Sócrates exigiendo un sacrificio divino). El sacrificio animal marcaba el día de fiesta en el que se reunían los oradores del dios.
Las fiestas son la manifestación más explícita de la religión social colectiva. En ellas se reunían los seguidores del dios para rendirle culto a través del sacrificio animal. Aún así, cada ciudadano era libre, si así lo deseaba, de dirigirse personalmente a un dios determinado con sacrificios, promesas o plegarias. Cualquiera que rindiera culto a un dios debía encontrarse libre de mancha e impiedad, ritualmente puro. Los seguidores de la religión tradicional mantuvieron los límites de los rituales de pureza y sus preceptos dentro de un arco más racional y posible que los de los cultos de los Misterios, como el Orfismo, si bien una mancha de impiedad, por ejemplo un asesinato no justificado, podía llegar a suponer la expulsión de la polis y, por tanto, del culto a ese dios, quedando el impío marcado de por vida. Esto demuestra que los preceptos de pureza representaron un punto de partida sólido de los principios morales culturales.
3.2 – Religión órfica.
La tradición religiosa griega recuerda a Orfeo, fundador de la religión órfica, como un semidiós que daba armonía a la naturaleza y a los humanos con su lira. Incluso se relata el mito de Orfeo y Eurídice, en el que el enamorado Orfeo baja a los infiernos a buscar a su amada, convence a Hades y a Perséfona con su lira, pero en el último momento, tras infligir la condición expuesta por éstos, pierde a su amada para siempre. También se relata como por castigo divino un río arrasó la ciudad de los que se atrevieron a abrir la tumba de Orfeo.
A pesar de estos relatos míticos, hay que suponer que Orfeo era un mortal, fundador de una de las religiones mistéricas más influyentes de Grecia, decisiva para el pensamiento filosófico desde Pitágoras. Desgraciadamente, debido a estos relatos fantásticos sobre su figura, poco a nada se conoce de la vida de Orfeo con seguridad.
3.2.1 – Teogonía órfica antigua
Debido al conflicto de opiniones entre las diversas fuentes sobre la teogonía órfica antigua, no se puede establecer con absoluta precisión todos los dioses y las generaciones de éllos que establecía el orfismo antiguo. Sin embargo, sí puede hablarse de algunos dioses principales, y de ciertos conceptos importantes.
La Noche es la primera divinidad existente. Ella, por sí misma y de sí misma, engendró el Cielo y la Tierra, formando una tríada divina fundamental. A partir de este punto es donde existe más diferencia de opiniones. Lo único que parece ser claro para la mayoría, que incluso se refleja varias veces en Platón, es que a partir de esta tríada se sucedieron seis generaciones divinas, compuestas en gran parte por divinidades ya existentes reinterpretadas por Orfeo.
Un punto llamativo de la teogonía órfica antigua es la afirmación de que “Zeus nació primero”. Esta afirmación podría entrar en conflicto con lo establecido de que la primera divinidad fuera la Noche, aunque la mención de nacimiento quizá nos indique que fue el primero de las seis generaciones siguientes a la tríada divina. En cualquier caso, el orfismo antiguo otorga a Zeus el papel primordial entre los dioses, afirmando que “es principio y fin de todos los seres”, “de él provienen todas las cosas”. Pero, a pesar de que Zeus es el más importante entre los dioses, el orfismo antiguo nos indica, a través de los juramentos que realizaban los iniciados en sus secretos y misterios, la existencia de un Ser Superior, mayor que una divinidad, que es el Instaurador del orden del mundo, pone límites al cosmos y domina los elementos primordiales que han de intervenir en la creación del mundo configurado. Este Ser Superior podría identificarse fácilmente con el Destino, aunque una identificación más acertada es con el posterior elemento Nous de Anaxágoras.
Respecto a la creación del mundo, los órficos antiguos le inventaron unas fuentes al mar y a la tierra, para que tuvieran principios y raíces. En esta creación, cada elemento tomó lugar en los seres en virtud de la rivalidad amor-odio. Sin la discordia y la amistad nada puede llegar a existir: en el caos unitario, ellas fueron las primeras en identificarse en su existencia, y a partir de ellas se originó todo lo existente. Y, en un final, todo lo visible será destruido por la eterna lucha de ambos, y volverá a su forma original.
Respecto a la creación del universo, solo cabe destacar que el orfismo antiguo afirmaba que todo el cielo y el universo se configuraban en torno y en virtud de la Tierra.
3.2.2 – Purificación e inmortalidad del alma
En Homero, la tradición afirmaba que la muerte era la privación de los placeres de la vida. Por el contrario, las religiones mistéricas prometían una vida inmortal de felicidad en el otro mundo a los iniciados en ellas.
El orfismo era un modo de vida que imponía un régimen ascético que cumplir en las acciones diarias. La posibilidad de salvación está en todos nosotros en tanto que nuestra alma es divina. Aún así, no todo el mundo podía asegurarse una vida futura de felicidad. Por una vida de impureza, el alma puede maldecirse, aflorando en nosotros nuestra naturaleza más corporal o titánica. Por ello el creyente trataba de llevar una vida órfica para poder aspirar a la exaltación y purificación de nuestra naturaleza dionisiaca o placentera y así liberarse de la impureza corporal, llegando a ser, según términos aristotélicos, en acto lo que potencialmente somos: dioses y no mortales.
El órfico era un asceta, es decir, creía que el mal tenía su fuente en lo corpóreo y los placeres relacionados a ello, por lo que éstos debían ser completamente dominados si pretendíamos purificarnos totalmente. Esta idea se basa en el dogma que establece que la vida terrenal es para el alma el castigo de una vida anterior, consistente precisamente en encontrarse prisionera del cuerpo. La vida terrenal también formaba parte del período de prueba que debía superar el alma para purificarse, junto con los castigos sufridos en el Hades. Según las acciones del hombre en su vida terrenal, así era su destino en el Hades: felicidad o castigo. Los que han tenido una vida malvada, corpórea o titánica, se sumergen en una especie de lodo pegajoso, mientras que los iniciados en los placeres del alma conviven con los dioses.
La inmortalidad del alma supuesta en el período de prueba se establece en el ciclo de nacimientos. Este ciclo es, en principio, eterno, si bien existe la posibilidad de librarse de él alcanzando el estado de divinidad perfecta.
La “antigua condena” en razón de la cuál debemos purificarnos no es otra que, en último término, nuestro propio origen, nuestra existencia corpórea, mientras que las impurezas adquiridas en las vidas individuales adquieren un segundo rango. Se nos otorga el castigo por nuestra existencia corpórea porque el alma es de origen divino, y pertenece a la suprema región del cielo, y no a la tierra. Sin embargo, por ser menos perfecta, nuestras almas caen hasta chocar con lo sólido, viéndose obligadas a habitar cuerpos materiales. Una vez caída, el alma no puede regresar al cielo hasta después de haber cumplido un ciclo de nacimientos que abarca, como mínimo, diez mil años, repartidos en diez períodos de mil años cada uno. Cada período abarca una existencia terrenal, y su consiguiente etapa de castigo o felicidad en el Hades.
Al morir, nuestra alma viaja hasta el Hades, donde es juzgada en virtud de los méritos alcanzados en la vida; así, los malvados son castigados y los buenos son recompensados con la felicidad. Completados con la existencia en el Hades los mil años, se determina al alma que debe reencarnarse una nueva existencia, haciéndolas beber del agua del Leteo u Olvido. Así, en su nueva vida solo pueden tener una vaga reminiscencia de las verdades que sus experiencias anteriores alcanzaron. De ahí la razón de los ejercicios mnemotécnicos que Pitágoras, en virtud de su creencia órfica, ordenaba a sus discípulos. Con la nueva vida nace un nuevo período de mil años. Tras diez períodos, un hombre normal podía esperar la liberación de su alma del ciclo de nacimientos, si bien una persona que se haya dedicado a purificar su alma puede esperarla tras solo tres reencarnaciones de vidas puras.
Cabe destacar al final de esta explicación la gran influencia que tuvo esta creencia de la inmortalidad del alma y su obligada purificación sobre filósofos como Pitágoras o Platón. Los diálogos de Platón están llenos de alusiones a estas teorías órficas, si bien pocas son las veces que las alusiones son directamente explícitas. Por mencionar algunas destacables, los discursos de Sócrates en Fedón, los ritos de Diótima de Mantinea en Banquete, o la explicación del alma reencarnada y liberada del Fedro, aunque quizás otros ejemplos serían más representativos.
Tomado:http://filonovemiguelbueno.spaces.live.com/blog/cns!86F8B750D7645A47!145.entry

Nota:Hola! Esta información podria ayudarte a iniciar la investigación propuesta. Prof de Filosofía.

1 comentario:

  1. Holaaaa chicos esta información es la que les comente hoy que les puede servir para iniciar su investigación sobre el surgimiento histórico de la filosofía, aunque no es la única fuente de información que deban consultar. espero sus comentarios aquí ok... Dios les bendiga! ëxito...

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